''Todos con relojes bonitos pero ninguno con tiempo''

Hace tiempo vi una imagen que me impactó y me hizo pensar. Una imagen de un niño sin recursos, con un reloj pintado en su piel en el que decía algo como.. ''míralos, todos con relojes bonitos pero ninguno con tiempo''.





¿Por qué vivimos tan acelerados? 

Parece que en todos los aspectos de nuestra sociedad prevalezca la cantidad sobre la cualidad...
''Contra más títulos tengas, más oportunidades tendrás en un futuro'', pero.. ¿Qué sabes sobre cada una de las especialidades que has cursado?

Ese niño tenía razón. No estamos disfrutando cada momento porque inconsciente o conscientemente, vivimos con prisa.

Trasladando esto al ámbito de la educación, cada día soy más partidaria del pensamiento de que un buen maestro cocina a fuego lento, como lo hacían nuestras abuelas.
Parece ridícula la comparación, pero ha llegado el momento de plantearse no todo lo que está en la mesa, si no en la calidad de cada alimento.

No tenemos que preguntarnos qué es lo que hacemos, si no cómo lo hacemos. En los centros, se parten de programaciones sobrecargadas, en las que pocas veces hay tiempo de profundizar en lo que se debería y lo que hace que se lleve a contratiempo a los alumnos, a una velocidad acelerada durante todo el trimestre. No hay que olvidar que trabajamos con pequeñitas personas las cuales en un futuro necesitarán todas y cada una de las herramientas que nosotros les brindemos. Por ello, los principales perjudicados de nuestro estilo de vida fugaz, son ellos.
Cada curso que van pasando es un curso fugaz, en el que si no adquieren los conocimientos necesarios, el siguiente curso lo disfrutarán menos.

Se necesita tiempo para educar, para poder dejar que los alumnos fluyan y empiecen a ser creativos, tiempo de reflexión para introducir el pensamiento crítico y abstracto.
Se necesita tiempo para que los alumnos puedan asentar cada uno de los conocimientos y lecciones que les otorgamos, en lugar de dar muchos temas sin ningún tipo de aprendizaje significativo.
El tiempo es lo más valioso que tenemos y debemos empezar a valorarlo nosotros, para que ellos lo puedan hacer también.


Tal vez, cada uno de nosotros deberíamos tomarnos un tiempo para reflexionar sobre ello. Desde que yo lo hice, vivo con más calma, mis alumnos disfrutan más de mí, ya que siempre estoy de buen humor, he aprendido a ser más paciente y darle importancia a lo realmente importante. Además, ahora escucho más cada una de sus intervenciones y soy más flexible con mis sesiones a la hora de priorizar mi programación.

¿Y  tú, qué decides hacer?




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